Campana de las 8 horas

El final del Siglo XIX encontró a la Argentina con miles de inmigrantes europeos que llegaban en busca de nuevos horizontes y mejores condiciones de vida.

 

El puerto de La Boca sobre el Riachuelo recibió a muchos de ellos en sus astilleros, que se habían extendido también a la otra orilla conocida como la “Isla Maciel”. Los nuevos trabajadores inmigrantes, junto a sus anhelos de progreso, traían también sus idearios marcados por las luchas de anarquistas y socialistas en el viejo continente.

 

Fue así como en octubre del año 1901, la Sociedad de Resistencia Calafates Unidos, sindicato que agrupaba a los calafateadores, e inspirados en las luchas internacionales por los derechos de los trabajadores, anuncia unilateralmente, que empezarían a trabajar solo ocho horas diarias, toda una medida revolucionaria para aquellos días.

 

Si bien hay versiones encontradas, ya que no se cuenta con archivos que documenten fehacientemente la crónica de los sucesos, los hechos habrían ocurrido en los Astilleros Grondona, para algunos situado en las cercanías de la Vuelta de Rocha en La Boca y para otros, en la entrada del Arroyo Maciel y el Riachuelo sobre las márgenes del Partido de Avellaneda en la Provincia de Buenos Aires.

 

Para hacer efectiva las ocho horas de trabajo diario, habían fundido una campana de bronce que marcaría con su sonido, el inicio y finalización de la jornada laboral del astillero y el receso del almuerzo, según los relatos que han hecho perdurar en el tiempo este epopéyico suceso.

 

Fue en la mañana del 16 de octubre de 1901 que de la mano de Antonio Ciarlo, la campana marcó por primera vez el inicio de la jornada laboral de 8 horas, marcando un histórico suceso en toda Sudamérica.

 

Enterados de esta medida, la Prefectura intentaría infructuosamente ubicar y secuestrar la campana. Los calafateadores, no dispuestos a que el símbolo de su lucha cayera en manos de las fuerzas de seguridad, resolvieron ocultarla bajo una boya flotante en las aguas del Riachuelo, para preservarla de la persecución desatada.

 

 

La Sociedad de Resistencia Calafates Unidos, que tiempo después se integraría a la Federación de Obreros en Constructores Navales, era una organización sindical muy combativa y de acción directa, compuesta mayormente por anarquistas y socialistas.

 

Los calafates, un oficio ya desaparecido en la segunda mitad del Siglo XX, eran los encargados de cerrar las juntas de las maderas de las embarcaciones que se construían en los astilleros, utilizando estopa y brea.  


Pronto, otros gremios que nucleaban a obreros de astilleros y portuarios prestarían su apoyo a la medida como los carpinteros, pintores, raschines y calderos e iniciarían acciones en idéntico sentido.

 

Tiempo después, algunas versiones indican que a partir del año 1902, las autoridades de los astilleros reconocieron la jornada laboral de las ocho horas, y los trabajadores calafates rescataron la simbólica campana oculta en las aguas del Riachuelo para exhibirla en su Sindicato ubicado en la calle alvarado y Garibaldi en La Boca.

 

En 1949, la Federación de Obreros en Constructores Navales decidió depositar la campana para su exhibición en el Museo Quinquela Martín y a mediados de la década de los noventa, la misma fue trasladada a pedido de la entidad gremial a la Fundación Museo Histórico de La Boca.

 

Exactamente el 1 de mayo de 1996, el viejo luchador y líder de la Federación de Obreros en Constructores Navales, Don Domingo Trama, en el acto de entrega de la campana a la Fundación Museo Histórico de La Boca señaló que “Mientras vivió nuestro amigo el gran artista Quinquela Martín, la campana de las 8 horas estuvo segura, luego de su muerte todo su patrimonio, sus donaciones, las controla el Estado, y como el Estado no nos merece ninguna confianza la retiramos, para depositarla en el Museo Histórico de La Boca afín con nuestros pensamientos de libertad y fraternidad”.

 

El 1 de mayo de 2008 y en un acto público, la Federación de Obreros en Constructores Navales, resolvió donarla al citado Museo  bajo la condición que sea exhibida en ese sitio sin ser sacada del lugar.

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